Abelio Floricarpio escribió: ↑21 Ago 2019, 13:03
Miro a Alim....
"Amigo.... sólo puedo confiar en vos. Debemos saber dónde yace el cadáver de la santa...o primero poner a Richerento en cuarentena? .... O hablar con Jiggalen??? "
Me siento de golpe en la cama de nuevo... "Ylathia ayúdame!!!"
—Yo no me preocuparía mucho por RIcherento —le respondo a Abelio—. He registrado el cadáver de Wilham de arriba a abajo, y de dentro a fuera, si me entendéis —le guiño un ojo—; y no llevaba nada que pudiese identificarse con un antídoto: ni ampollas, ni viales, ni pastilleros, ni anillos o colgantes huecos con polvos curativos, ni nada de nada. Sospecho que se estaba marcando un vulgar farol, lo que cuadra bastante bien con el personaje que parecía ser. De todas formas, me encargaré de que Richerento esté al menos 48 horas aislado y en observación.
Giro los ojos, hacia arriba, intentando recordar...
—Creo que Drake o Gerad se habían hecho cargo de la Queimada (espero que este término no resulte poco respetuoso) —le recuerdo—. Les avisaré de lo que acabamos de averiguar, aunque creo que está a buen recaudo, y no parece probable que vaya a ir a ningún sitio, Monseñor. En cuanto a Jiggalen, creo que os corresponde a vos tratar ese tema; él confía en vos como un maestro, puesto que vos le habéis enseñado el camino que está siguiendo. Si yo me entrometiese, seguramente el efecto sería el contrario al que deseamos.
«Vaya, vaya, vaya» pienso. «Así que la tal Elisia Jacenty era una agente infiltrada que iba custodiando la momia sagrada de La Queimada...»
Esto va aclarando algunas cosas. Pero me dejo de tonterías y resuelvo ponerme manos a la obra, que hay mucho por hacer:
- Ordeno a dos guardias que conduzcan a Richerento a una sala donde esté solo y vigilado las próximas 48 horas. Doy instrucciones muy precisas de que no se le toque, de que los guardias lleven un pañuelo cubriendo la boca, y de que no se permita a Richerento tocar ni hablar con nadie. Sigo convencido de que era un farol, pero no creo que nadie haya muerto nunca por un exceso de prudencia.
- Me encamino a hablar con la dracónida, a ver quién demonios es, por qué estaba en Altoviento, y qué planes tiene.
- Recojo toda la información que mi red de pajarillos me proporciona, y que puse en movimiento nada más aterrizar con el dirigible en Piedrahundida —aunque sugerí al consejo enviar a alguien a espiar a Altoviento, las órdenes ya habían sido dadas, porque el tiempo corría en contra nuestra—.
«Nêcraxia»
Me dirijo a los aposentos donde se aloja la falsa Nêcraxia, con libertad de ir y venir, pero siempre vigilada y escoltada. Llamo a la puerta y, cuando me invita a entrar, paso.
—Buenos días, mi señora. Espero que encontréis el acomodo a la altura de lo que estáis acostumbrada -—la saludo cortésmente—.
Asiento vaga y desinteresadamente a su convencional respuesta, mientras miro por la ventana. A continuación hago una pausa dramática, mirándola a los ojos, y ataco sin rodeos:
—Tenemos un problema, mi señora. Desde que nos vimos en Altoviento me dijisteis que erais Nêcraxia, pero varios de mis familiares han luchado a su lado en la guerra, y me han asegurado que no sois vos —le espeto, mirándola siempre fijamente a los ojos.
—Eh... ah... claro... vos os referís a la Gran Generala Nêcraxia, claro. Sí... ya veo cómo ha podido crearse alguna confusión —medio dice, medio farfulla, confusa y poniéndose colorada, o tan colorada como puede ponerse una dracónida—. Veréis, no, no soy exactamente «esa» Nêcraxia.
—Ya. El caso es que si no sois «exactamente» esa Nêcraxia, me gustaría saber cómo podéis ser «aproximadamente» esa Nêcraxia —le respondo, siguiéndole el juego, pero dejando claro que aquí no somos tontos—. Veréis, estoy seguro de que en la corte estos juegos de «inteligencia», este intercambio de mentiras y medias verdades mal disimuladas, constituyen una actividad social apreciada. En Ormudax somos gente sencilla, y valoramos más la honradez y la sinceridad. Os ruego que honréis nuestra hospitalidad siendo honesta.
—Claro, claro... —se excusa—. Veréis; no, no soy la Gran Generala, como habéis averiguado con gran agudeza y presteza —me adula—. En realidad soy su hermana, Nÿbraxia. Mucha gente nos confunde, pero supongo que, sobre todo a los humanos, todos los dracónidos les parecemos iguales, ja, ja.
—Ja, ja —río, pero mi risa no alcanza mis ojos, y de hecho tampoco mi boca.
—Nêcraxia y yo no nos llevamos bien. De hecho nos tratamos bastante poco, en parte porque yo soy una simple alférez del ejército, y ella no puede concederme un trato de favor sin comprometer su posición. Pero os aseguro que se alegrará MUCHO de que me hayáis rescatado de Altoviento, y que no lo olvidará —concluye, bajando la cabeza.
—Hablando de Altoviento... ¿qué hacíais allí? —continúo mi interrogatorio.
—No lo tengo muy claro. Creo que los Buelhorn están en un momento pésimo de relaciones con el imperio, porque la guerra les ha costado más de la mitad de su caballería, y ellos culpan a los Capitanes Generales, y particularmente a Nêcraxia, de haber desarrollado unas tácticas absolutamente desastrosas para la caballería, con tal de salvar otras secciones del ejército que tenían más interés para ella. En palabras de Josah Buelhorn, «Nêcraxia se encargó de que la caballería regase con sus sangre y sus tripas el campo de batalla para que otras familias más preciadas salvasen sus preciados infantes» —me confiesa—. Creo que no tenían muy claro qué iban a hacer conmigo; tal vez pedir un rescate, o simplemente asesinarme para vengarse de Nêcraxia... no lo sé —concluye.
—Os agradezco la sinceridad, Nÿbraxia. Sois nuestra huésped mientras lo deseéis, y os mantendremos la escolta. Quisiéramos informar a vuestra hermana, pero ha desaparecido desde el accidente del dirigible —le digo, esperando su reacción.
—¡Oh, no! ¿Otro accidente de dirigible? Parecen tan seguros... No sabía nada, la verdad. En Altoviento no me informaban de nada. Quizá debería ir a buscarla... —dice, pero la verdad es que no parece estar deseando recoger sus cosas y salir en su búsqueda. De hecho se recuesta aún más cómoda en su asiento.
—Oh, no, por favor —le respondo—. Quedaos, vos y vuestra familia ya habéis padecido bastante. Al menos enviaremos una carta a vuestros familiares para hacerles saber que estáis bien, si lo deseáis.
—Sí, por favor —y me da los detalles para hacer llegar una carta a sus familiares, mientras sigue comiendo de una bandeja de aperitivos que, de alguna manera, se ha hecho traer.
Con esto doy por concluido el interrogatorio, y me retiro.
Los Buelhorn
Bien, me dirijo a la Casa del Amor, como algunos cursis la llaman, y tiro de todos los hilos para saber qué está sucediendo el Altoviento.
!القرف
Bien, los espías que hemos enviado a Altoviento, teniendo en cuenta el alto estado de alarma y máxima vigilancia que tendrían allí, han sido detectados y capturados. Uno pudo salir por patas y enviar una anfíptera para avisarnos del fracaso de la misión. Mierda, mierda, mierda.
En todo caso, lo único que tiene sentido es prepararnos para lo peor. Aunque no tengo duda de que la demanda de duelo será escuchada, porque
Josah Buelhorn es un tipo al que su tremenda arrogancia jamás le permitiría rebajarse a no aceptar una demanda de duelo.
Off Topic
Lo que va en negrita, lo declaro con mi talento de La Visión
.