*Observo desde la balconada cómo decenas de
zombis se aproximan a la torre*
- Maldita sea... la corrupción de este lugar es mayor de lo que imaginaba...
*Observo el siniestro color que tiñe a
Vaiel y mascullo para mis adentros. Escucho cómo mi caballo sale huyendo, relinchando, tirando del carro y arroyando a algunos de esos lentos seres hasta perderse*
-
Mease Leezar ¿qué está sucediendo? *dice aterrado
Mario tirando de mi túnica*
*Observo a
Maurice y a
Franccesca*
- Pase lo que pase, no bajéis de este piso ¿entendido?
*Los asustados padres de
Mario asienten y tragan saliva. Cojo una de los alto candelabros con pata apagados de la sala en donde nos encontramos y la coloco en la balconada oriental donde estábamos montando el criadero de
Anfipteras, que por suerte, es la que da en dirección a
Piedrahundida*
- No debéis asustaros... *digo intentando transmitir calma a mis asustados acompañantes* por suerte, soy un mago especializado en estos menesteres...
*Termino de colocar el candelabro junto al pasamanos de la balconada, saco una luciérnaga de uno de mis zurrones y entono un sencillo
conjuro de Luz. El candelabro comienza a brillar con intensidad desde lo alto de la torre*
- Bien... *me giro hacia los aterrorizados humanos* esta luz servirá como señal para todo aquél vigía que haga guardia esta noche... *pongo una mano sobre
Maurice* eres el hombre de la familia, tendrás que cuidar de ellos... *miro a
Mario* sabes cómo trazar el círculo mágico de invocación de materiales *le sonrío para quitar peso al asunto* bajaré de este piso para contener a esas criaturas el tiempo suficiente, mientras, traza el círculo en el suelo, junto a la puerta de acceso al piso donde nos encontramos ahora... el círculo servirá como plan B... *me dirijo a
Franccesca* y tú, ocúpate de recoger mis pertrechos y meterlos en la mochila por favor, así como los vuestros... todo aquello que pueda transportar uno encima...
*Espero que tenerles distraídos les haga aliviar un poco el terror que atenaza sus corazones. Meto el
Grimorio de Gustaffon en mi mochila personal y abro la puerta*
- Pase lo que pase, no abráis la puerta y manteneros en este piso... *digo antes de salir* pronto llegará la ayuda...
*Me marcho y cierro la puerta. Tengo dudas de mi última frase esperanzadora, pero eso es algo que mejor no compartir*
*Cuando estoy bajando las escaleras del séptimo piso (la balconada está en el octavo, siendo doce el total de pisos de la torre), escucho el eco de la puerta principal caer echa añicos*
*Bajo hasta el quinto piso y espero a que los no-muertos suban. Su paso es lento, pero quiero que todos esos seres entren en la torre, debo tener paciencia*
*Una voz resuena en mi cabeza y frunzo el ceño mientras espero la llegada de los horribles seres*
- ¡Sal de mi cabeza ser maligno! *sacudo mi cabeza y por un momento, solo por un momento, comprendo lo que
Gustaffon debió sentir*
*Tirada de
Frialdad*
Éxito parcial.
*La impaciencia comienza a hacer mella en mi voluntad. Ha pasado una hora ya desde el comienzo del ataque y la luz que invoqué ha debido de apagarse, sólo espero que alguien lo haya podido ver. Descuelgo la ballesta que siempre llevo a la espalda, un regalo de mi primo
Thingrim Lockbruck de
Faustheim, el muy cabronazo siempre me bromeaba que algún día la necesitaría pues de la magia nunca se puede fiar uno. La tenso y aguardo a que el primer engendro haga acto de presencia por el descansillo de la escalera*
*Cuando aparece el primero, disparo por reacción. Mi puntería es pésima y le doy en un brazo, lo que evidentemente no hace que frene su avance. Otros
zombis emergen de las sombras junto al primero y sus quejidos se escuchan con claridad. Ya es hora de marcharse*
*Subo las escaleras todo lo rápido que mi estatura me permite, por suerte, la fortaleza enana no diferencia entre posiciones. Cuando alcanzo el piso superior, abro la puerta de la sala donde se encuentran mis acompañantes humanos sin mucha delicadeza, lo que ocasiona que tenga que esquivar la horca con la que
Maurice intenta trincharme*
- ¡Papá es
Leezar! *grita
Mario y por suerte, su padre consigue controlarse antes de lanzarme otro ataque*
*Observo el círculo que
Mario hizo en el suelo, como era de suponer, mi entrada apresurada ha provocado que el círculo dibujado con tiza se desdibuje, por lo que ahora es inservible y tendríamos que volver a dibujarlo. Atranco la puerta con una de las estanterías y me dirijo hacia la balconada*
*Vuelvo a entonar el
conjuro de luz y consumo otra luciérnaga de mi zurrón de ingredientes mágicos para volver a encender el candelabro con una brillante luz blanca. Saco cuatro plumas y me vuelvo hacia mis asustados acompañantes*
- Bien, todos los no-muertos han entrado ya en la torre... *"o deberían" pienso* bien, bien... ¿os habéis preguntado alguna vez qué libertad deben de sentir vuestras
anfípteras al volar? Bien, pues hoy lo vais a descubrir *sonrío para ganar un poco de confianza en lo que les voy a decir* voy a lanzar sobre nosotros cuatro un hechizo que nos permitirá descender de la torre como si fuésemos una ligera pluma... pero tras lanzar el conjuro, debemos correr hacia el borde de la balconada y saltar para que nuestra caída trace una diagonal descendente desde aquí y nos haga alejarnos de la torre lo más que podamos...
- ¡Oh si claro! Es una fantástica idea
Mease Leezar *me interrumpe
Mario, que de pronto parece entusiasmado con la idea como el chiquillo que es, algo que no comparten sus padres* con el impulso desde la torre, nos alejaremos lo bastante como para que los lentos no-muertos que hay dentro de la torre no les dé tiempo a reaccionar... *mira a sus padres y sonríe como un niño que quiera montarse en una de las atracciones para festividades creadas por los ingenieros enanos de
Murodros, asiento al niño*
- Eso es... quedaros quietos y cuando termine el conjuro, agarremos cada uno la mano del otro y saltemos con carrerilla de la balconada...
*
Maurice y
Franccesca están muy asustados, pero deben de comprender que pocas alternativas existen, por lo que asienten y se mantienen callados. Yo les metí en este problema y yo les sacaré. Lanzo el
conjuro de caída de pluma y consumo los ingredientes en el proceso. Pertrechados con las mochilas, saltamos de la balconada tras correr hacia ella y flotamos en diagonal descendente hacia los campos circundantes a la torre. Mientras descendemos,
Maurice y
Franccesca no paran de gritar asustados mientras
Mario pronuncia exclamaciones de diversión, arrancándome casi en el proceso mi mano el cabeza de familia por aferrarse a ella como si se tratara de la propia vida. Silbo de la que bajamos y escudriño con mi vista de enano el suelo hacia el que nos aproximamos, por suerte, estamos lo suficientemente alejados de la torre como para que no haya ya más
zombis, mi plan de distracción para conducir a los lentos engendros al interior de la torre funcionó*
*Cuando llegamos al suelo,
Maurice y
Franccesca se arrodillan en él y buscan retomar el aliento, mientras
Mario da brincos alrededor de ellos pidiendo "más"*
*De entre unos escuálidos y secos árboles un ruido nos sobresalta y nos hace ponernos en guardia.
Thingrim, mi caballo, sale apresurado tirando del carro, pero consigo calmarle. Al menos tengo más éxito en calmar al caballo que a los padres de
Mario. Los tres humanos se sientan en la parte de atrás y tomo el control de las riendas... es hora de volver a
Piedrahundida, y cuanto antes*
