Pues bueno, aunque he tardado un poco más debido a que me estoy tomando esto con más tranquilidad, no os hago esperar más. Queréis conocer al
Suizo, y él a vosotros porque habéis soltado una buena cantidad de pasta.
Sin más dilación, procedemos a narrar lo que ocurre en la campa cercana al
Centro comercial Barrera de Platino el miércoles 12 de julio de 2018, a las 17:12. Después de que limpiasen toda la porquería que quedó tras el festival, la zona ha vuelto a ser un parque común más, con sus bancos, sus yonkis pidiendo a los viandantes, sus abuelos dando de comer a las palomas, etc.
David y
José llegan los primeros, habiéndose dado un paseo desde sus respectivas casas mientras hablaban de cosas tan interesantes como el apareamiento de la morsa otoñal, o si los agujeros negros son en realidad parches de nicotina del universo. Tras esta productiva charla, se sientan en el banco designado por el
Suizo, mientras esperan a ver qué pasa.
Por otra parte,
Iriina,
Pumuko y
Kevin Jesús entran en el área del parque por la zona norte, después de haberse dado un buen atracón de helado "
de muestra" en la nueva franquicia de yogurlados del centro comercial. Aunque no ven a sus colegas, la joven rusa los detecta mediante sus mentes tan masculinas y rudas, como buenos truñotónicos que son. En los viandantes del lugar no encuentra nada extraño más allá de preocupaciones económicas, elucubraciones sobre el fútbol y demás pensamientos de gente normal, común y figurante.
Pasan varios minutos, y los dos chavales se ponen más tensos que un
Gremlin en el aquapark, pero antes de que la idea de levantarse y mandar al carajo la tontería del
Suizo, uno de los muchos yonkis, que pasean como si fuesen zombis por el parque, se sienta al lado de
David y
José.
- No me miréis. No habléis hasta que yo os lo diga. - os suelta el tipo con un marcado acento ruso. - ¿Quién de vosotros es
José Sánchez? - pregunta, mirando al suelo.
José está a punto de decir algo, pero le interrumpe. - Calla. Entonces el que está a tu lado es quien quiere poderes, ¿verdad? Pues venga, chavalote, cuéntame qué quieres.
Iriina se fija en el peculiar individuo vestido con chándal rojo y peinado simpático. Intenta sondear a ver qué piensa, pero no hay nada. No es que el señor no piense, es que ahora no puede ni leer la mente de su novio ni de su amigo.
¿Qué hacéis?