Podéis publicar cuando queráis: en el momento en el que os reunáis con el resto del grupo, publicáis en el tema del Capítulo correspondiente. Los demás, podéis leerlo pero no contestar ni interactuar: nada de Me gustas o cosas así. Voy a ser muy severo con esto.
Para Jhonah
Lo último que recuerdas es que el cabrón del Rufo te teletransportó a lo alto de un edificio sin que te lo esperases. Como ibas disfrazado de DJ Tiesto, no lograste mantener el equilibrio y volviste a experimentar la bonita sensación de precipitarte al vacío desde un séptimo. El guarrazo fue monumental, y tuvieron que sacarte del suelo con espátula, pero gracias a que eres un truñotónico de pura cepa, un día después amaneciste en la morgue del Hospital de Murcia, medio atontado. Mientras te quitabas toda la mierda que te habían puesto en el cuerpo porque eras prácticamente un cadáver, las Ladronas del Asco se colaron en el lugar y te redujeron aprovechándose de que estabas hecho un cromo. Después de presenciar el asesinato de un enfermero inocente por parte de Nancia, te metieron en el maletero de un coche destartalado y todo se volvió negro.

Cuando recobraste la conciencia, otra vez, estabas metido en una especie de tanque criogénico con un líquido más que chungo. No recordabas cómo llegaste ahí, ni cuanto tiempo pasó. La habitación dónde estás tiene tres tanques más, aparte del tuyo, y sólo uno de ellos contiene una persona. Parece la sala de máquinas de algún lugar, o un laboratorio como esos que has visto en Expediente Y. Estás atado al aparato mediante unos grilletes de acero en tus extremidades, y tienes una sonda metida por la boca y a la altura de la entrepierna. No te encuentras demasiado bien, pero estás flotando en agua y es una sensación chunga de cojones.
¿Qué haces?
Para Rafael Moreno
Estabas ahí de pie, tras escapar de una explosión gigante provocada por el Chungo convertido en un híbrido entre Edward Hyde y un drogodependiente cualquiera, pensando en cómo habías llegado a semejante situación. Teodoro Luchamán ladraba términos legales y se defendía de las serias acusaciones de José, David e Iriina, hasta que uno de los soldados perdió la paciencia y abrió fuego contra el musculoso murciano. Completamente trastornado, Teodoro mostró su verdadera naturaleza como peligroso Aumentado, y tras arrollar al valiente que le disparó, te atacó a ti. Habías prometido cumplir con tu misión para Aproventel, pero dejaste que Lulú se pasase de la raya, y ahora habías mandado todo su estúpido, absurdo e imperfecto plan al carajo. Obviamente, tenía que matarte, y después matar a los demás. Estabas tan cansado que aceptaste tu muerte, pero no tuviste en cuenta que tenías un poder fantástico; maravilloso. En el momento en el que el musculoso Mutandoro te atravesaba, paraste el tiempo, volviéndote efectivamente inmortal. Debe ser que no sólo los empalmados mueren ahorcados.
Te despertaste en una morgue (como el chico de arriba), pero quienes te recogieron ya sabían que ibas a despertar. Aunque Teodoro te arrancó el corazón, alguien te ha puesto uno nuevo. También te ha quedado una fea cicatriz en el pecho y en la espalda, recordatorio del horror que sufriste en los últimos días. Unos individuos vestidos de científicos te reciberon: te habían puesto un implante en la mano izquierda que anulaba tus poderes. Ya no podías parar el tiempo ni ser inmortal, pero eso no te quitaba interés alguno.

Durante varios meses no te dejaron hablar, opinar o quejarte. Eras alimentado mediante tubos, y fuiste sometido a varias pruebas médicas y de resistencia. Has muerto más veces de las que te gustaría admitir, pero llegó un momento en el que tu mente dijo adiós. Hasta que hace unas semanas, las instalaciones dónde te tenían retenido empezaron a volar por los aires. Alguien estaba realizando un ataque a gran escala sobre los laboratorios, y no reparaba en violencia. Quizás tus colegas se habían acordado de ti, quizás quien estuvo en tu funeral se dió cuenta de que el cuerpo deformado por el dolor no eras tú, pero ya no importaba. Por fin ibas a salir.

Sin embargo, el rostro de tu salvador no era el que esperabas. Si te habías librado de Teodoro, ahora te tocaba Vicente Curbelo, el puñetero niño eléctrico que tantos disgustos os causó, volvía a estar frente a ti. Pero qué sorpresa te llevaste al escuchar lo siguiente:
- ¡Rafa, Rafa! ¡Soy Rata, tío! Antes de que explotase todo intenté hacer lo que me pedísteis, meterme en internet, pero no pude. - te soltó las ataduras, y estabas demasiado adormecido para reaccionar. - Pero en el último momento se me ocurrió una cosa muy arriesgada: no manipulásteis la cápsula de Vicente Curbelo... ¡e intente meterme dentro de él! No sé cómo ha ocurrido, pero quizás por la naturaleza de sus poderes, o porque tengo más potra que otra cosa... ¡me apoderé de su cuerpo! ¡Jajajaja!
Las expresiones que usa este Vicente son iguales a las de tu colega Luis Felipe Rata, el chavalín que arriesgó su vida y la de su padre por reunir algo de información, pero fue asesinado por Curbelo. Al igual que Billy, el velocista. Pero algo en tu interior te invitó a seguirle por esos pasillos llenos de cadáveres chamuscados y explosiones de gas. Cuando te sacó del complejo, empezaste a sentirte incómodo con los comentarios que hacía. Era demasiado cruel para ser Rata.
La realidad volvió a chocar contigo cuando en el exterior la personalidad de Vicente emergió y se apoderó del cuerpo. Te electrocutó para dejarte inconsciente, y no recuerdas más desde entonces. Estás metido de nuevo en un contenedor como los que había en el sótano de Aproventel, en una habitación con tres cápsulas más. Puedes ver que la que tienes a tu izquierda está habitada por otro miserable, probablemente otra coballa de laboratorio más, como tú.
¿Qué haces?